sábado, 19 de diciembre de 2015

EL AGRADECIMIENTO desde la Comunicación No Violenta (CNV)

Emitir juicios moralistas nos aliena de la vida, forma parte de la comunicación que nos aleja, aunque estos sean juicios de los que llamamos positivos: cumplidos o elogios. Tras los cumplidos o los elogios puede haber una manipulación, puedo pensar que alguien puede estar queriendo algo de mí, y si es así, esta estrategia puede funcionar sólo a corto plazo, hasta que se descubre la intención. Con los cumplidos o elogios no queda clara que la única intención sea el agradecimiento: pueden crear desconfianza y esto afecta a nuestra conexión. Por otro lado, al recibir uno, nos inquieta pensar que tal vez no lo merezcamos o nos preguntamos si verdaderamente estamos a la altura de tal adjetivo. De la misma forma, cuando soy yo la que los expresa, puede que no tenga certeza de cómo se recibirán mis palabras, y es que resultan poco reveladoras sobre qué fue lo que se hizo la otra persona, y que sentimientos y necesidades resultaron de ello: La claridad contribuye a la conexión. La concreción es la propuesta de la CNV para restaurar la confianza y la conexión. El agradecimiento desde la CNV sólo quiere expresar agradecimiento y su concreción facilita que así se reciba.
Alrededor del agradecimiento existen una serie de barreras culturales que se enfrentan a eso que bien entendido se vive como natural y placentero: dar y recibir. La cultura de comprar, ganar y merecer nos enseña a fijarnos más en lo que queremos mejorar que en lo que nos gusta, por lo que si alguien se fija en lo que le gusta de mí, desconfío. Así, el mero hecho de dar y recibir nos incomoda. ¿Y cómo recibo el elogio? En el mundo de las culpas puedo recibirlo desde la egolatría, “soy el mejor”, “soy mejor que el resto”; la falsa modestia, “no tiene importancia”, o quizás con vergüenza, inseguridad, “me valoras porque no me conoces bien”: ¿Podemos reconocernos en estas respuestas?
El agradecimiento desde la CNV tiene como objeto celebrar únicamente por el gusto de hacerlo, celebrar la satisfacción de cubrir aquello que es importante para uno. Para ello tendremos que aseguramos de que el agradecimiento fue recibido plenamente y con concreción: expresamos lo que hizo la otra persona, qué sentimientos despertó en mí y qué necesidad se vieron cubiertas gracias a esa acción. Al expresar con concreción y en forma de hechos, sentimientos y necesidades, comunico mi experiencia: no hay juicios moralistas. Al dar el agradecimiento con la CNV, es más probable que pueda permanecer en contacto con mi capacidad de contribuir al bienestar ajeno, como algo propio que comparto con todos los seres humanos: algo propio y más grande que yo. Al recibir el agradecimiento de esta forma, será más fácil para mí saber que es aquello que he hecho y valoras, con claridad y transparencia, sin preguntarme si soy merecedor.
Conservando la conexión con esta conciencia, conseguiré escapar de las trampas de la egolatría y la falsa modestia, al tiempo de reconocer mi valor y aportación.
Conectarse con la energía del agradecimiento enriquece nuestra vida. Cuando nos fijamos en lo que nos gusta de los demás y de nosostr@s mism@s y lo expresamos, estamos ofreciendo reconocimiento a nosotras mismas y a las otras personas, al tiempo que contribuimos a que nuestras relaciones mejoren. Reconocidos, somos individuales y somos en grupo.
Propuesta de ejercicio
Algunas veces, para expresar agradecimiento uso un elogio o un cumplido: cuándo te des cuenta y estés dispuesto tradúcelo. Di que hizo la/s otra/s persona/s que necesidad/es se cubrió o cubrieron y qué sentimiento/s resultaron de ello. Observa que pasa en vuestra conexión. Por otra parte, cuando recibes un cumplido, puede ser más enriquecedor para ti saber qué hiciste, qué necesidades cubrió la otra persona y qué sentimientos resultaron de esto. Cuando suceda puedes preguntar por alguno de estos elementos o bien sugerirlos y, tanto en un caso como en otro, adoptar una actitud de escucha.

jueves, 10 de diciembre de 2015

LA EXPRESIÓN DE LA IRA desde la NoViolencia

La Comunicación No Violenta (CNV) reconoce un propósito fundamental en la ira, nos habla de un valor muy importante para nosotras mismas. Esta encierra algo útil: una necesidad insatisfecha. Tratar de bloquearla no es nada fácil por su fuerza y la estrategia de omisión puede dar resultado seguramente sólo temporalmente, además puede ser nocivo para la salud. Expresarla haciendo responsable a la otra persona de mi vivencia puede ser de gran alivio temporalmente, pero nos alejará de las otras personas que posiblemente tomarán distancia desinteresadas por nuestros sentimientos y necesidades y muchas veces nos arrepentiremos de nuestras palabras y actos después. No conseguiré entonces satisfacer lo que tanto quiero y si lo consigo será por culpa, miedo, obediencia y/o intimidación: ¿Pero son éstas las razones por las que quiero que las personas con las que convivo contribuyan a mi bienestar? Además, cuando las personas actúan por estas razones nos guardarán rencor que tarde o temprano nos pasará factura.
Nunca nos enfadamos por lo que dicen o hacen las otras personas. Confundimos el estímulo con la causa. Nuestra cultura se sirve del sentimiento de culpa para controlar a otras personas (Papá y mamá se ponen muy tristes cuando traes malas notas), por lo que creemos que en nuestras manos está hacer que los demás se sientan de una determinada manera: yo soy la causa de cómo tú sientes. A la inversa, en las manos de otras personas está el hacer que yo me sienta de una determinada manera: tú eres la causa de cómo yo me siento. Estas ideas nos conducen a pensar en términos de bien y mal, lo que “nos legitima” a enfadarnos y a castigar: se justifica la ira. Con esta forma de pensar nos colocamos en relaciones de dependencia emocional y de poder.
Así, el punto de partida para entender la perspectiva de la CNV es distinguir el estímulo de la causa. El estímulo es aquello que he visto, he escuchado, he recordado y que será importante reconocer con precisión para transitar la ira. La causa es mi manera de pensar, mis juicios, que me desconectan de mis necesidades.
Cuando vivo una situación de ira puedo transitarla, transformarla y asumir la responsabilidad de mis necesidades siguiendo los siguientes pasos: Primero identificaré cual es el hecho, el estímulo, o alguno de ellos que sea significativo para mí, con el que estoy reaccionando con ira. Una vez lo identifico me conecto con todo aquello que me cuento:¿qué me digo? Es por esa forma de pensar por la que siento ira. Tras todos esos juicios están una o varias necesidades no cubiertas: ¿qué estoy necesitando? ¿Qué es aquello tan importante para mí en este momento? En un ejercicio de conexión con mi cuerpo lo averiguo y lo reconozco interiormente. Quizás entonces cambie algo, puede que me conmueva, me entristezca, sienta miedo o vulnerabilidad, quizás alivio. El sentimiento cambia a uno más sutil, más cercano. Entonces me resulta más fácil permanecer en contacto con mi necesidad y asumir mi responsabilidad sobre ella. A partir de ese momento, tengo la opción de escuchar a la otra persona e interesarme en si vivencia.
Este proceso de transitar la ira puedo hacerlo in situ, depende de la magnitud de la situación, mis habilidades sociales y mi voluntad de conexión. Después, como he dicho, podré ofrecer escucha a la otra persona. Otra opción es apartarme y ofrecerme escucha a mí misma o, si me resulta más fácil, pedir a alguien que me escuche para conectar con mis necesidades y transitar la ira dándome más tiempo antes de volver, si así lo decido, a comunicarme.
Si así lo deseo, me dirigiré a esa otra persona buscando conexión con ella primero, reconociéndola, y reconocimiento de mi vivencia después, en ese orden. Para encontrar conexión he de ofrecer empatía. Quiero oír su dolor porque quiero ver la belleza de esa persona, aquello que es valioso para ella, sus necesidades. Una vez que hemos conectado empáticamente con esa persona, es más probable que estará preparada para escucharme. Expresaré mi vivencia desde la CNV reconociendo mis necesidades como tales. Cuando en esta parte del proceso la persona que nos escucha “se siente” juzgada por algo, necesitamos moderar el tono, volver atrás y prestar atención a su dolor nuevamente. Más tarde volveremos a expresar y validar nuestras necesidades en esa relación. Escuchándonos y reconociendo nuestros valores, se restaurará nuestra conexión.
Hay ocasiones en que puedo expresar la ira con toda su fuerza desde la No Violencia. Y hacerlo puede tener un gran poder transformador. Puedo aprender a expresar la ira plenamente sin culpa: Me detengo y respiro profundamente, identifico los pensamientos que contienen juicio, me conecto con mis necesidades y las expreso. No es un ataque, que nos alejaría de la otra persona, es un grito al cielo desde mi propia vulnerabilidad, que podría tener la siguiente estructura: “estoy enfadado porque necesito…”. Puede dar mucho miedo expresarse así. Requiere valor expresar la ira desde uno mismo pues supone mostrarse abiertamente en un momento en que una necesidad muy importante está en juego para mí.
Javi García Gaitán
Comunicación No Violenta
Gestión emocional individual, relacional y grupal
Facilitación grupal
www.latransformaciondelconflicto.es

jueves, 3 de diciembre de 2015

Autoempatía


Una clave de la cnv es la manera en que nos tratamos a nosotras mismas. Cada persona es única y especial. Si somos violentos con nosotros mismos y nos autojuzgamos entonces nos tratamos como objetos y no podemos ver ni conectar con nuestra propia belleza. Además es difícil que seamos empáticos con las demás personas. Los juicios sobre nosotros mismos, al igual que todos los juicios, son la trágica expresión de necesidades no satisfechas. Dándonos autoempatía, conectamos con esas necesidades no satisfechas que están detrás de los juicios. Conectar me llena de una energía compasiva que pasa a ser el motor de los pasos y/o cambios que quiero hacer en mi vida. Desde esta conciencia mis actos son libres y más probablemente conectaré con la alegría. Cuando el juicio y el autoreproche es el motor de los cambios en mi vida, suelen venir acompañados de sufrimiento. En el imaginario del mundo de las culpas, una equivocación, un error merece un castigo. Como dice M. Rossenberg, “ Aún cuando a veces ‘aprendemos la lección’… … preferiría que el cambio estuviera estimulado por un claro deseo de enriquecer nuestra propia vida u la de los demás y no poe energías destructivas tales como la vergüenza y la culpa”.


Traducir del “tener que” al “elegir”


Cultivamos la autoempatía cuando convertimos el “tengo que” en un “elijo”. De esa manera tomamos conciencia de las necesidades que satisfacen nuestras acciones y que podemos elegir.

Por ejemplo: tengo que escribir una solicitud para dar un taller en la universidad. → Elijo escribirla porque realizar este taller satisface mi necesidad de sentido, contribución, aprendizaje y seguridad económica ...

Si actuamos por obligación, dinero, por aprobación de los demás o para evitar la culpa, la vergüenza o el castigo, no nos sentimos felices. Si queremos encontrar un sentido a aquello que hacemos que provea energía a nuestras acciones, nos ayudará conectar con los valores profundos que subyacen a estas más allá del dinero, la culpa... Nuestras acciones pueden pasar a ser elecciones responsables, o quizás, en esa conciencia, decidir iniciar algo nuevo.

Al “traducir” el “tener que” por el “elegir” descubrimos más alegría e integridad en nuestras vidas al descubrir los valores que hay detrás de nuestras acciones.


Duelo


Cuando hacemos algo de lo que no estamos satisfechos, podemos hacer un proceso de duelo y perdón hacia nosotros mismos. A través de la información que nos dan nuestros propios juicios sobre nosotras mismas, nos podemos conectar con las necesidades que tratábamos de cubrir cuando hicimos lo que ahora lamentamos haber hecho y, por otro lado, también nos podemos conectar empáticamente con los sentimientos y necesidades que teníamos en el momento en que decidimos actuar como lo hicimos. Sostener la conexión con las necesidades de una y otra parte, nos conduce a abrir el corazón a nosotras mismas en ambas facetas. Se trata de un duelo desde la CNV, un arrepentimiento sin culpa que nos conecta con la dulce tristeza de reconocer nuestros límites y de reconocer que distamos de ser perfectos. Desde este reconocimiento, podemos encontrar nuevas estrategias para nuestro aprendizaje y crecimiento personal. Para estar más en armonía con mis valores, desde el buentrato* hacia mí mismo.

Desde el mundo de las culpas, la vergüenza, la culpa, la ira o la depresión... son el motor del cambio cuando hago algo de lo que no estoy satisfecho. Cambio porque no me gusto. Es decir, la no aceptación de partes de mí mismo impulsa un cambio, y esto supone un coste importante para nuestra autoestima.

 
Autoempatia de primeros auxilios:

Podemos practicar a darnos empatía inmediata en situaciones de intensidad emocional (texto tomado de Helen Adamson):

·         Respiro.

·         ¿Cómo me siento en mi cuerpo y emocionalmente?

·         Respiro.

·         ¿Qué necesidad está viva en mí?

·         Respiro.

·         ¿Puedo abrir el corazón a mí experiencia?

·         Respiro.

·         ¿Quiero intentar conectar ahora con la otra persona?

·         Si es que sí, ¿quiero empezar por recibirle con empatía o por expresarme honestamente?

 

“Seamos el cambio que buscamos en el mundo” (Mahatma Gandhi)

 
Algo más sobre las necesidades
 

Las necesidades básicas las compartimos con todos los seres humanos, es por ello que al reconocerlas en la otra persona se establece una conexión empática, reconocemos un valor compartido. Para poder reconocer las necesidades de otra u otras personas, necesito estar en contacto con mis propias necesidades. Estar en contacto con mis propias necesidades y con las de otra u otras personas es compatible. Algunos rasgos propios del pensamiento de nuestra cultura nos llevan a lo que Thomas D´Asemburg, autor del libro Deja de ser amable, sé auténtico, llama el pensamiento binario: O esto o esto, o conmigo o sin mí, o blanco o negro, o con mis necesidades o con las tuyas. Es importante para nosotras en el camino de integrar la CNV que estemos atentas a esta trampa según la cual la aceptación tuya implica la negación mía y a la inversa.

Si en contacto con mi necesidad no puedo acoger la tuya es porque quizás estoy confundiendo necesidad y estrategia. Conectarme con mi necesidad profunda implica hacerlo con un valor propio que está en juego, más allá de la situación. Se trata de una conexión en que me responsabilizo totalmente de aquello que es importante para mí. Al hacerlo, al reconocer que mi necesidad sólo tiene que ver conmigo, permito el espacio para escucharte. Algunas veces reconocemos nuestra necesidad pero no nos responsabilizamos totalmente de ella, otras, como ya se ah dicho, confundimos necesidad con estrategia. Un ejemplo de confusión entre necesidad y estrategia sería decir que necesito que me hagas caso, lo que sería una estrategia poco concreta y en la que vinculo mi bienestar a lo que tú hagas. Es posible que desde ahí me enfade contigo o te guarde rencor y que no pueda escuchar tus necesidades. Quizás en otros momentos me sienta culpable y decida negar mi necesidad y atender la tuya. En el mismo caso, otra cosa sería reconocer que necesito atención, escucha o reconocimiento, más allá de ti, más allá de que en este momento seas mi estrategia favorita para conseguirlo. Cuando hago esta diferenciación será más fácil ver y sostener empáticamente mis valores y los tuyos aunque sean distintos en ese momento. Cuando no la hago, quizás pueda pensar que para conectar con la otra persona tenga que renunciar a mi necesidad (pensamiento binario) y que mis necesidades me limitan: Puedo pensar: “por culpa de mi necesidad no puedo estar bien con las demás personas, se trata de una carencia, mejor no voy a escucharme más porque eso me da problemas”.

En nuestra relación con nuestras necesidades, también juega un papel la socialización de género. En una generalización, podemos decir que los mandatos de género han enseñado a las mujeres que ellas están para el servicio y cuidado de las demás personas y que sus necesidades no importan: ¿Para evitar el conflicto o tener armonía niego mis necesidades en nuestra relación? Por otro lado, los hombres pueden tener dificultades para reconocer sus necesidades, ya que tradicionalmente se ocuparon de ellas sus madres, abuelas y quizás luego sus esposas; además, estar en contacto con mi mundo interior no es una cualidad que desde el género se atribuya a lo másculino: ¿Me enfado porque no sé lo que me pasa? Cruzar los límites de los roles asignados socialmente, salirse de la norma, por mi experiencia, no nos resulta fácil a las personas. Como dice Thomas D´Asemburg: “Ser felíz no es necesariamente cómodo”.

En síntesis, para conectar con otra persona, primero necesito darme un espacio a mí misma, darme la importancia que tengo y reconocerme, validarme en mi experiencia cruzando los límites de mi identidad. Creo que sólo así podré escuchar a la otra persona completamente, conectarme con sus necesidades estando con las mías y, luego, buscar estrategias conjuntas si así lo deseo. No hacerlo puede alimentar relaciones de agresión-sumisión, alimentará el rencor entre las partes y minar nuestra autoestima.

 

*Buentrato: Los Vínculos Amorosos. Editorial Paidos. Fina Sanz

 

Javi García Gaitán

Comunicación No Violenta

Gestión emocional individual, relacional y grupal

Facilitación grupal